Un toro con su cristalería a cuestas

 In Columnas

Es poco común que haya tanto para escribir sobre una misma persona. Pero luego de su performance en la Cumbre del G7 y la eventual reunión con Kim Jong-un, Donald Trump ha estado en las portadas de todo el mundo, aunque no necesariamente por las razones adecuadas.

Trump preparó el ambiente para la reunión del G7 toda la semana. Primero, propuso que Rusia volviera al G7, a pesar de que la anexión ilegal de Crimea —causa de su exclusión del grupo— no se ha revertido. Por otro lado, siguió amenazando con escalar aún más la guerra comercial, después de haber subido los aranceles aduaneros al acero y el aluminio por motivos de seguridad nacional.

El que el Presidente estadounidense haya llegado tarde a la cumbre, y partido antes de lo previsto, no debiera extrañar. Desde sus tiempos como celebridad de reality show, Trump siempre ha querido mostrar que se maneja solo. El problema es que su interés por aumentar los aranceles está enemistando a los principales aliados de su país. La Unión Europea, comandada por Merkel y Macron, trató de forma infructuosa de hacerlo cambiar de parecer. Incluso la Casa Blanca logró alienar al aliado más leal: Canadá. Y en eso Trudeau tiene un punto claro: es un insulto para los canadienses esgrimir motivos de seguridad nacional, como si la relación entre ambos países no hubiera sido simbiótica en los últimos 100 años.

Para Trump, las relaciones internacionales son un juego de suma cero, donde lo más importante es su prestigio personal. Él no cree en la posibilidad de un tratado o acuerdo internacional en el que todas las partes puedan obtener beneficios. Su dogma es que si otro gana algo, eso es una pérdida para él. Esa estrategia la ha usado en sus negocios y en su campaña a la Presidencia.

Por otro lado, su imagen personal es clave a la hora de entender sus decisiones de política pública. Su mismo asesor de comercio, Larry Kudlow, explicó que la decisión de Trump de irrumpir de forma tan violenta en el G7 y atacar a sus pares obedece a la necesidad de mostrar una cara firme con miras a la reunión con Kim de esta semana. Sobre esa misma reunión, Trump ha dicho que tomará la decisión en los primeros minutos sobre si vale la pena quedarse o no, dejando uno de los conflictos internacionales más álgidos al arbitrio de su temperamento.

Si algo ha mostrado Trump es que le tiene más respeto a los líderes autoritarios (como Kim y Putin) que a los elegidos democráticamente. Quizás, en su mente estratégica, entiende que los últimos pueden ser derrocados por el pueblo, mientras que los primeros no. En ese sentido, su forma de entender las relaciones internacionales no es sólo realismo, sino que narcisismo. Parafraseando la cita que usó Churchill para referirse a John Foster Dulles, Trump es un toro que anda con su propia cristalería a cuestas.

Recent Posts

Leave a Comment