Revolución centrista en el Perú

 In Columnas

Una revolución en el Perú ha pasado desapercibida. Mientras nosotros celebrábamos nuestras fiestas patrias, nuestros vecinos del Norte tuvieron una de las semanas políticas más convulsionadas de los últimos años, lo que no es menor considerando que hace 6 meses sufrieron la renuncia del presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK).

Martín Vizcarra, el actual presidente peruano, tiene un escenario extremadamente complejo de manejar. No solo asumió en medio de la profunda crisis que dejó la salida de PPK, sino que además tiene al frente al fujimorismo, la fuerza mayoritaria en el Congreso. Muchos pensaron que su mandato sería discreto, con algunos esperando que fuera aún más débil ante el Congreso que su antecesor. Sin embargo, Vizcarra tenía otros planes y, para ello, decidió enfrentar a Fuerza Popular, la coalición liderada por Keiko Fujimori.

El primer paso fue la presentación de 4 propuestas de reformas constitucionales dentro de su plan de fortalecimiento institucional y lucha contra la corrupción. Las propuestas son la reforma del Consejo Nacional de la Magistratura, la no reelección de congresistas, el retorno a la bicameralidad y una estricta regulación del financiamiento privado de los partidos políticos. Como sabía que no iba a ser fácil, Vizcarra convocó a un referéndum para validar las reformas, que deben pasar antes el filtro del Congreso. Para que la consulta pueda ocurrir, Vizcarra necesita que el Congreso apruebe estas reformas antes del 9 de octubre, lo que daría tiempo para que el referéndum coincida con la segunda vuelta de las elecciones regionales prevista para el 9 de diciembre. El objetivo era desviar la pelea desde el Congreso a la ciudadanía, aprovechando que la fuerza del fujimorismo viene a la baja y que hay un ambiente propicio para grandes reformas contra la corrupción, sobretodo considerando cómo ha pegado en Perú el caso Lava Jato.

Sin embargo, el Congreso hizo oídos sordos a la movida del presidente y pasado más de un mes no habían avances suficientes para aprobar a tiempo los 4 proyectos. Aquí Vizcarra da un segundo paso, un verdadero todo o nada. La Constitución peruana permite que el Ejecutivo plantee una “cuestión de confianza” del Gabinete, una votación en la cual el Congreso decide si confía en el equipo ministerial y sus prioridades. PPK ya había utilizado este instrumento político;la llamada cuestión de confianza del Gabinete Zavala, por el nombre de su primer ministro, que terminó perdiendo. La Constitución también establece que, si el Ejecutivo pierde dos cuestiones de confianza en el transcurso del mismo gobierno, puede disolver el Congreso y convocar a elecciones parlamentarias. Y esa fue la jugada magistral. Si bien el fujimorismo controla el Congreso, su popularidad está en su punto más bajo. Una elección a estas alturas propinaría un duro golpe a la oposición y les quitaría su único espacio de poder. Así que con los propios votos fujimoristas y de otros partidos representados el Congreso, Vizcarra consiguió una moción favorable a la aprobación de sus reformas.

La clave de todos estos movimientos es que Vizcarra era el presidente improbable. Partió como un movilizador social y luego fue gobernador de Moquegua, donde mejoró sustancialmente la calidad de vida de sus habitantes. Si bien fue electo como vicepresidente de PPK, no estaba en los planes que lo sucediera de la forma que lo hizo. En vez de acomodarse en el poder, pareciera que Vizcarra aprovechó la ocasión para lanzar la ofensiva anticorrupción más importante del país, incluso poniendo en juego su propia presidencia. De tendencia centrista, Vizcarra hoy tiene la aprobación del 52% de la población y, con ello, tiene la oportunidad de pasar a la historia como un gran reformador del Perú. Sin duda, una buena noticia para un continente amenazado por la corrupción, el populismo y la polarización.

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