Midterms en EE.UU. – Tiempo de las sorpresas.

 In Columnas

Las elecciones de mitad de mandato, o midterms suelen ser poco interesantes en comparación con las presidenciales que tienen lugar cada cuatro años. En parte, debido al presidencialismo exacerbado de los EE.UU., pero también porque la geografía electoral suele mostrar que es una elección relativamente fácil para el partido Republicano. Todos los miembros de la Cámara de Representantes (el equivalente a nuestra Cámara de Diputados) y la mitad del Senado están renovándose esta semana, lo que es clave en la definición de la segunda mitad del período de Trump.

Durante todo su mandato, Obama tuvo que lidiar con un Congreso hostil. Eso llevó a una polarización sin precedentes y a que un número importante de medidas tuviera que hacerse por decreto (o “acciones ejecutivas”, en la jerga política norteamericana). Este uso y abuso de la posibilidad del Ejecutivo de saltarse el Congreso en algunas materias se convirtió en la tónica el actual gobierno de Trump. Sin embargo, el actual presidente está entrampado en una serie de medidas que requieren aprobación legislativa.

Para estas midterms, los Demócratas saben que es virtualmente imposible recuperar espacios en el Senado, principalmente por los Estados donde hay elecciones son mayoritariamente republicanos. Un triunfo sería mantener sus actuales números. Pero donde si se juegan todo es en la Cámara Baja. Los más optimistas creen que los opositores van a lograr mayoría de Representantes, aunque los analistas piden más calma. Hay tres factores clave para entender el futuro de esta elección: el rol de Trump, la economía y la inmigración.

Donald Trump está lejos de ser un presidente tradicional o poco polémico. Sus constantes declaraciones, ya sea en prensa o Twitter atacando sus oponente y medios, o haciendo defensa de ideas que rayan en el populismo y el racismo, no lo convierten en el personaje favorito de la fauna liberal. Sin embargo, Trump tiene una aprobación estable por sobre los 40 puntos. Si bien hay más desaprobación que aprobación, los números se han mantenido más o menos estables desde principios de año. Las acciones de Trump ya no tienen el efecto negativo de antes.

Una de las razones para que no aumente la desaprobación es el estado de la economía. Ya sea por suerte o por propia acción, la economía norteramericana se encuentra por primera vez en un punto favorable desde la crisis del 2008. Casi todos los expertos coinciden en que esto es logro de las políticas del segundo período de Obama, donde incluso algunos resultados ya se empezaban a ver. Pero Trump ha sabido administrar bien esta tendencia, a pesar de estar en medio de una guerra comercial con China, del retiro del TPP y de renegociaciones hostiles del Nafta.

Otro tema peliagudo de estas elecciones es el rol de la inmigración. Si bien Trump y los republicanos llevan un buen tiempo atacando a los migrantes, particularmente musulmanes y latinos, el clima electoral sólo ha servido para hacerlo más difícil. Los 7 mil hondureños que están cruzando a pie los 3.000km hasta la frontera sólo sirven de chivo expiatorio para alimentar temores y, en la esperanza republicana, sumar votos.

Al contrario de lo que algunos plantean, y de forma bien parecida a lo que ocurrió el 2016, los demócratas tienen una tarea mucho más compleja de lo que parece. En un país polarizado, donde el que lleva más gente a las urnas gana, los temores a la inmigración y la promesa de una buena economía pueden cargar la balanza hacia Trump.

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