Hora clave para la socialdemocracia

 In Columnas

La victoria de Pedro Sánchez en España habría sido impensada hace un año. La amenaza de la derecha populista hacía difícil pensar que los sectores moderados pudieran cantar victoria. Pero la socialdemocracia parece haber recibido una nueva oportunidad, esta vez de la mano de la misma derecha populista que los culpa de todo.

 

El triunfo de Sánchez tuvo mucho que ver con el surgimiento de Vox, el nuevo partido de derecha populista que amenazaba con convertirse en la bisagra para armar gobierno, pero que claramente fracasó. Y tiene que ver por dos razones principales: primero, forzó al PP a moverse hacia la derecha, generándole una fuga de votantes por dos flancos. Segundo, asustó de igual manera a los sectores moderados y más extremos de la izquierda.

 

La historia reciente del PP recuerda a ejemplos como los del PT en Brasil: un partido en el poder, pero con una popularidad decreciente y amenazado por un caso de corrupción. En el caso del PP, la suma de financiamiento irregular del partido (incluyendo a Rajoy) y cohecho en gobiernos locales terminó por hundirlos en una moción de censura. Pero de ahí pasó casi un año en que la nueva dirección del partido hizo lo mismo que hemos visto en varios grupos de centroderecha amenazados por partidos populistas: tratar de acercarse a sus posturas. La evidencia muestra que esa estrategia tiene poco futuro. Por una parte, los votantes que están de acuerdo con posturas xenófobas o ultraconservadoras no votarán por un partido que ha renegado de ellas; prefieren al original, no la copia. Por otro lado, al acercarse a posturas más extremas, pierden votantes moderados. En el caso español, esos votos los supo rescatar Ciudadanos, que casi empató en porcentaje con el PP. Quizás ahí hay una lección importante para la centroderecha criolla.

 

Irónicamente, la propuesta extrema de Vox también le sirvió al PSOE. Con una centroderecha debilitada y dividida, el electorado moderado se vio enfrentado a la disyuntiva de darle votos a Ciudadanos o abstenerse, lo que habría catapultado a Vox. Por eso mismo prefirieron ir a un ‘diablo conocido’: los socialdemócratas del PSOE. Eso se vio reflejado en el alto número de votantes. No sería raro pensar también que un porcentaje importante de votantes de izquierda, que en las elecciones de 2015 y 2016 había apoyado a Podemos, prefirió apostar por Sánchez de forma estratégica, antes de darle una nueva oportunidad a Pablo Iglesias y su banda.

 

Los desafíos para Sánchez son complejos. Por una parte, asumir que el bipartidismo parece haber acabado y que la extrema derecha llegó para quedarse. Pero también carga sobre sus hombros la esperanza de una centroizquierda que parecía haber perdido el rumbo a nivel mundial después de sucesivas derrotas desde 2016. En nuestro país, ese mismo sector sigue esperando la llegada de otro Sánchez.

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