Un partido que todos podemos jugar

 In Columnas

Hasta junio, los chilenos y chilenas tenemos una oportunidad de participar en la discusión sobre una nueva Constitución. No se trata de un ejercicio romántico o de una simple idealización, sino de una oportunidad concreta de generar, de manera autoconvocada y sin mayores reglas, una instancia de participación en el proceso constituyente.

El mecanismo propuesto por La Moneda está lejos de ser ideal. Sus encuentros locales pueden terminar siendo discusiones insulsas y desinformadas, y los cabildos pueden convertirse en meras catarsis colectivas con facilitadores sesgados. Pero también es cierto que esta máquina se echó a andar sin que nadie pudiera detenerla. La ciudadanía sí cree que este tema es relevante y la discusión constitucional va a llenar la agenda nacional por un buen tiempo. Ante esto, tenemos dos alternativas: nos podemos quedar abajo y ver cómo el tren pasa al frente nuestro, o podemos subirnos, aportar y trabajar de forma de que nuestros anhelos e ideas se vean reflejadas en el texto a ser enviado al Congreso.

A esta convocatoria no han llegado sólo los aliados naturales del Gobierno. Distintos sectores de la sociedad civil —la Iglesia, ONGs, gremios empresariales, sindicatos— han comprometido su participación en el proceso, lo mismo que los partidos cos de gobierno y sectores aún más a la izquierda. Los únicos reacios a validar el proceso han sido los partidos de derecha.

La crítica de la oposición no es a la necesidad de una discusión constitucional. Durante meses, una comisión de distintos representantes de Chile Vamos ha trabajado en una propuesta que incorpore los ideales del sector en el debate. La crítica ha sido a la forma en que el Gobierno está guiando el proceso de participación. Pero el tren de una nueva Constitución ya está andando y no sacamos mucho con gritar desde el andén para que se devuelva.

Estamos en medio de una discusión de la que ningún chileno debería restarse; las objeciones al procedimiento, aunque atendibles, deberían impulsarnos a participar precisamente para influir en que este procedimiento también se encauce hacia uno que dé mayores garantías y que asegure una tramitación en el Congreso dentro del marco institucional. En términos de contenido, es importante que la oposición asegure que el nuevo texto contenga un buen equilibrio entre libertad y solidaridad, que se le asigne al Estado un rol coherente con este objetivo y que proponga resguardos para que nadie pueda actuar fuera de las reglas.

Cuando partió este proceso parecía que las visiones críticas, la de los que quieren cambiarlo todo o casi todo, se tomarían todas las instancias. Eso no ha ocurrido: en gremios empresariales, en organizaciones de la sociedad civil, se ha despertado un verdadero interés por participar. Este es un partido abierto y todos podemos jugar.

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