Primeros pasos hacia la paz

 In Columnas

En los 65 años que han pasado desde el armisticio de la Guerra de Corea, nunca un mandatario de Corea del Norte había cruzado la frontera hacia el sur de la península. En ese mismo periodo, miles de familias han terminado divididas, desplazadas e irreparablemente dañadas por un conflicto cruel.

Con la ayuda de EE.UU. y de los países occidentales, Corea del Sur es un faro de progreso, desarrollo y modernidad. Su población es de las mejor educadas en el mundo, y su desarrollo tecnológico, admirable. En el norte, bajo el amparo chino, la dinastía de los Kim ha comandado una dictadura oscura y terrible. Pese al poco acceso a reportes oficiales, hemos aprendido que allí se violan permanentemente los DD.HH., que su población vive en la hambruna y que la histeria colectiva reina. Tras estos contrastes, sin embargo, hay una historia y una cultura común de dos pueblos separados a la fuerza.

La reunión de ambos mandatarios debiera esperanzarnos. A diferencia de la última vez en que hubo una reunión, en 2007, esta vez fue el líder norcoreano quien atravesó la línea de demarcación. Esto da cuenta de dos elementos claves.

El primero es el cambio de estrategia de Kim en los últimos meses. Detuvo las pruebas de armas químicas; ha hablado de forma consistente de la posible desnuclearización de la península coreana; realizó una visita sorpresa a China y anunció, sin aviso previo, que estaba dispuesto a reunirse con Donald Trump. El tercero de la dinastía ha mostrado habilidades de relaciones internacionales que pocos daban por descontadas.

Un segundo elemento clave, probablemente más desconocido, es el rol del actual Presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in. Elegido el año pasado luego del juicio político contra Park Geun-hye, Moon prometió que su primera visita de Estado la quería hacer a Corea del Norte. Asimismo, ha promovido abiertamente la idea de un acuerdo de paz definitivo y del trabajo conjunto con sus vecinos. Aunque ha sido fuertemente criticado por los sectores más duros de Corea, su persistencia ha sido clave para fomentar la apertura diplomática de Kim. Quizás, el cambio de actitud del líder norcoreano no tiene tanto que ver con el cambio de inquilino en la Casa Blanca y sus amenazas, sino que con el nuevo Presidente de Corea del Sur y su trabajo firme por la paz.

La reunión de esta semana no es el punto final del proceso ni nada por el estilo, pero sí el símbolo de un nuevo momento en las relaciones internacionales, uno que tiene más que ver con la capacidad de diálogo que con la de amenaza. En un escenario mundial cada vez más incierto, las imágenes desde la frontera coreana ofrecen una luz de esperanza. Lo que viene ahora es lo más duro y es posible que todo quede en nada, como hace 11 años. Pero al menos habrá más ojos encima, esperando algo más que una foto y una comida entre colegas.

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