Respuesta firme a la ola feminista

 In Columnas

Uno de los desafíos más complejos de gobernar es aceptar que no se tiene el control sobre la agenda política. Esta ha sido una moraleja que los últimos dos presidentes han aprendido de la forma más dura. Si para Piñera el desafío fue aceptar que los estudiantes desviaran la atención hacia un conflicto que no estaba en su plan de gobierno en 2011, Bachelet vio cómo la agenda de corrupción echó por tierra los avances legislativos del primer año de su administración. Pero un buen gobierno no sólo se mide por la capacidad de hacer avanzar sus ideas, sino que también por cómo responde a la contingencia.

El Piñera de 2018 parece tener más habilidad política que el de 2011. A diferencia de la torpe reacción de entonces, el gobierno decidió ahora cambiar sus prioridades y concentrarse en una agenda de igualdad de género sin precedentes.

Es difícil, a estas alturas, discutir la necesidad de reformas profundas en este ámbito. En columnas anteriores me he referido a la compleja situación de las mujeres en espacios de poder. Pero el reclamo de quienes se movilizan hoy es mucho más simple que obtener un puesto en un directorio o una candidatura al Congreso. La llamada ola feminista apela a lo más básico que hemos perdido las mujeres: poder caminar sin peligro a que nos agredan, poder estudiar o trabajar sin que se nos acose, poder vivir sin que nos molesten.

Las reformas propuestas por el Gobierno son radicales e inesperadas, especialmente para la derecha. Piñera y la ministra Plá decidieron ejercer el liderazgo que conlleva ser gobierno, a diferencia de administraciones anteriores, donde quizás habríamos tenido que esperar meses a que una comisión ad hoc emitiera un informe (y que las copias del mismo quedaran guardadas en un estante).

En primer lugar, el cambio constitucional propuesto va mucho más allá de lo simbólico. Una medida tan razonable como asegurar que hombres y mujeres que realizan las mismas labores en el Estado tengan el mismo sueldo no es posible en el marco actual. La reforma propuesta permite discutir esta iniciativa.

Pero la prioridad en los anuncios es la convivencia en una serie de espacios: desde crear protocolos para que hombres y mujeres puedan cooperar sin abusos en el aparato público, o espacios de respeto en colegios y universidades, hasta el urgente cambio en la cultura de nuestras cárceles. Todas medidas tan ambiciosas como urgentes.

El Presidente no sólo reaccionó de forma hábil, sino que además partió por lo más necesario: pedir perdón por su propio machismo. Estos anuncios son radicales justamente porque nacen desde el reconocimiento del propio privilegio. Este es el primer punto para construir un país más justo y, sobre todo, más seguro para todas las mujeres.

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