La comezón del segundo año

 In Columnas

La historia es conocida. El año 2010, el Presidente Piñera enfrentaba uno de los mejores inicios de Gobierno. Además de la consabida luna de miel con los electores, la reconstrucción posterremoto le otorgó épica y relato a un gobierno que amenazaba con ser más técnico que político. Piñera sacó a lucir a lo que, en ese entonces, era lo mejor que podía ofrecer el sector. Con políticos avezados y un par de nuevas caras, todo se veía bien para el inicio del segundo año.

Pero nadie anticipó correctamente el peso y el impacto de las movilizaciones estudiantiles del 2011. El gobierno no estaba preparado para contener las demandas de una generación que se había curtido en las movilizaciones pingüinas y que conocía de cerca el costo de confiar mucho en los partidos tradicionales. Ese año, el gobierno pasó de ignorarlos a respetarlos y, finalmente, a temerles. La agenda fue consumida por sus demandas y temas como la gratuidad universitaria fueron el eje de la campaña de la oposición y del segundo gobierno de Bachelet.

En marzo de 2015, la historia parecía repetirse. Si el Gobierno había cerrado enero celebrando una seguidilla de triunfos legislativos, todo terminó ese mismo verano con las acusaciones de corrupción contra Sebastián Dávalos. De ahí en adelante, el gobierno perdió el rumbo y la agenda. La corrupción y el financiamiento de la política se convirtieron en los temas centrales y pusieron al gobierno en niveles paupérrimos de popularidad.

Marzo de 2019 y estamos preguntándonos nuevamente lo mismo. El primer año del segundo gobierno de Piñera fue indudablemente bueno. La inexistencia de la oposición ayudó, sin duda, pero además se ha visto a un gobierno mejor aceitado, con un equipo con más experiencia y con un Presidente más cauto en sus apariciones públicas. Piñera ha reaccionado con fuerza frente a los casos de corrupción en Carabineros y las Fuerzas Armadas, a la vez que ha impulsado, exitosamente, una contrarreforma educacional.

Pero hay un par de signos que preocupan. Primero, el gobierno ha dado algunos pasos en falso en materia internacional. Si bien la formación de Prosur es una buena noticia, es poco creíble que ésta no sea la organización ideológicamente opuesta al Unasur de Chávez y Morales. No hay nada de malo en ello, pero no es bueno insistir en un punto que nadie cree. Asimismo, no tuvo el efecto esperado.

Lo segundo es la marcha del viernes. Al igual que el 2018, el gobierno no supo anticipar un movimiento que desborda su comprensión. Sin quererlo, transformó el triunfo de las mujeres en una bandera de lucha de la oposición, justo cuando ésta navega sin rumbo. Aún es temprano para saber si la agenda se le va a ir de las manos, pero la historia reciente debiera ponerlos sobre aviso.

A pesar de lo anterior, el Presidente entra sólido a este segundo año de gobierno. Si la economía y el empleo lo acompañan, el 2019 puede ser un año de consolidación política que le den tracción para entrar a un 2020 de elecciones municipales.

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