La espera de Venezuela

 In Columnas

Aunque parezca increíble, la situación en Venezuela se ha complicado aún más. Mientras el tema se convertía en un campo de batalla de política doméstica en muchos países de la región, el régimen de Maduro recibió ayuda militar de Rusia, que ha empezado, lentamente, a desplegar tropas en el país caribeño. Un conflicto netamente regional hoy se ha transformado en una representación más de las malas relaciones entre EE.UU. y Rusia, tal como lo es Siria.

 

Cuando el Presidente Piñera organizó el viaje con ayuda humanitaria, varios advertimos que esa decisión fue acertada, pero que no podía quedarse sólo en eso. El fallido ingreso de camiones con medicamentos y comida no logró desestabilizar a Maduro ni convocar a suficientes miembros de las fuerzas armadas a que desertaran en rechazo a la dictadura. La inacción de la comunidad internacional ha logrado mantener a Maduro en el poder, incluso después de semanas con problemas de conexión eléctrica y de suministros básicos. La situación ha empeorado y pareciera estar en un punto muerto.

 

En Estados Unidos, la falta de decisión sobre cómo intervenir —o no— se deriva en que la mayor preocupación es el frente interno, y no la situación de los venezolanos. El Presidente Trump ha emitido declaraciones duras contra Maduro, pero sin resultado concreto. Por otro lado, los sectores de la izquierda del Partido Demócrata se han concentrado en una campaña para evitar cualquier intervención, llamada ‘Hands off Venezuela’. Sin embargo, como lo han demostrado medios internacionales, esa campaña no ha considerado a los miles de refugiados venezolanos que viven en EE.UU. Hasta ahora, Venezuela es más un tema de política doméstica en el país del norte, que ha ignorado las frustraciones y necesidades de los millones que aún sufren el yugo de Maduro.

 

En Chile, la cosa no es necesariamente mejor. Si bien el Gobierno ha sido mucho más activo en buscar mecanismos de solución, no ha salido nada concreto que haya logrado desestabilizar a Maduro o, al menos, mejorar las condiciones de vida de quienes siguen en Venezuela. Al contrario, la pelea se ha tornado doméstica, con sectores de lado y lado acusando inconsistencias y faltas a la moral. Al final del día, esa teatralidad y afectación terminan en nada. A millones de venezolanos les importa poco si tal diputado o senador condena a Maduro. Su preocupación es buscar comida, tener luz y sobrevivir a la represión.

 

La crisis humanitaria aún no está al nivel de países como Yemen o Siria, pero el nivel de inflación, desnutrición y falta de suministros nos hacen pensar que ese horizonte no está tan lejano. Mientras líderes mundiales se pelean en declaraciones cruzadas, o mientras sigamos considerando a Venezuela como un tema con el cual insultar a nuestro adversario, más apoyamos a Maduro. Mientras, Venezuela espera, sin mucha esperanza.

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